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En la actualidad, seguimos atestiguando importantes problemáticas de origen multifactorial cuyo mantenimiento señala, especialmente, el empobrecido estado en el que se encuentra nuestra propia estima.
Una falta de intervención específica sobre este punto forma parte del conjunto de variables que contribuyen a conservar las fisuras por donde siguen penetrando, sutilmente, mecanismos inherentes al sistema patriarcal.
No es difícil identificar la incoherencia de nuestras reacciones frente a determinados mensajes o nuestra permeabilidad a los mismos; indicadores que ponen de manifiesto la necesidad de profundizar en una cuestión que, de no ser debidamente atendida, nos conduce a seguir colaborando, inconscientemente, en la transmisión de unos patrones que nos mantienen en posiciones de subordinación.
De este modo, a menudo, atestiguamos comportamientos que, perfectamente maquillados, cooperan en la expansión de nuestras heridas reproduciendo el modelo asimétrico, en lugar de representar auténticas transformaciones personales encaminadas a ejemplificar, alentar y promover una sororidad imprescindible, para superar el status quo.
Cultivar el autoconocimiento y fortalecer la autoestima constituyen ejercicios clave, en los procesos de empoderamiento.
Restaurar el vínculo interno y recuperar el poder personal es esencial para desplegar respuestas congruentes, firmes y sólidas, frente a los desafíos individuales y colectivos que nos presenta la realidad actual.
Cada día resulta más evidente la necesidad de visibilizar esta cuestión, ofrecer espacios psicoeducativos en los que abordar, de raíz, los aspectos más debilitados de lo femenino y poner en marcha acciones encaminadas a materializar auténticos procesos de empoderamiento consciente y saludable.
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